Antes de escuchar la primera palabra, Ricardo Peláez ya sabrá si se trata de un caso que vale la pena. Hombre que experimentó el orgullo de jugar en una Copa del Mundo, su diagnóstico será determinante en la gira que hará por Europa junto a Miguel Herrera, entrenador del Tricolor, y Héctor González Iñárritu, director de Selecciones Nacionales.

Para el director deportivo del representativo absoluto, no hay excusas. La impresión inicial será clave en todas las reuniones, incluida la que tendrá como protagonista a un chico que habita en el ojo del huracán, debido a sus constantes negativas a integrar el combinado nacional: Carlos Vela.

El ex delantero reitera que no cruzarán el océano Atlántico para tratar de seducir a los futbolistas mexicanos que militan en clubes europeos. Su simple presencia debe bastar para emocionar a esos hombres contemplados por El Piojo en la lucha por un sitio dentro de la XX Copa del Mundo.

“No hay que convencer a alguien. Nada más con la pura cara [nos daremos cuenta de la disposición de cada quien]: ver la ilusión, compromiso, lo que significa vestir la camiseta nacional”, sentencia el directivo, en entrevista.

“No hay algo más importante, lo digo por experiencia, en la carrera futbolística de alguien, que vestir la camiseta nacional en un Mundial”.

Relevancia que tampoco se pierde tras colgar el uniforme por última vez. Peláez recuerda su caso para ejemplificarlo y respaldar la teoría de que el ser considerado es suficiente. Los pretextos sobran.

“No creo que exista algo mayor, porque tú me podrías decir que jugar en el Real Madrid o el Barcelona es más que ser seleccionado nacional… Nada más que, para llegar a eso, seguramente ellos se fijan en jugadores seleccionados”, sentencia. “Si quieres jugar en el Real Madrid o el Barcelona, tuviste que haber jugado un Mundial o ser seleccionado nacional. Cuando estás parado en un Mundial, sales a la cancha y escuchas tu Himno Nacional, es… No tengo palabras”.

La ilusión, requisito indispensable para un grupo de hombres que ha cumplido el sueño de llegar al viejo continente, aunque serán evaluados con la misma rigidez que los demás.