Uno de los últimos grandes ídolos del fútbol mexicano está de fiesta, y lo hace con una pelota en medio de los pies, de la única forma en como la gente puedo ubicarlo.

Capaz de mover masas, ser amado u odiado, Cuauhtémoc Blanco se vuelve de cuatro décadas y a pesar de estar cada día más cerca del retiro, sigue generando sentimientos de cariño.

El corazón del americanista siempre estará con él, con sus goles y sus festejos. El latir del mexicano también le aplaudirá sus anotaciones con el Tri, en amistosos, torneos oficiales o mundiales. Seguirán aplaudiendo su ingreso a las canchas, su ‘cuauhtemiña’ o su picardía en un terreno de juego.

Cuauhtémoc Blanco Bravo nació un día como hoy pero de 1973. Sus inicios en el fútbol profesional se dieron en 1992 cuando el holandés Leo Benhakker volteó a su banca en un partido ante León y apostó por él sin saber lo que el ídolo conquistaría en su carrera.

Su despegue en el fútbol fue meteórico, rápido y ágil. En un inicio no jugaba como ’10’ o enganche, sino que lo hacía como extremo por derecho dotando de centros a aquella delantera de época que dirigía Benhakker, encabezada por el camerunés Biyic o Zague.

Tras jugar algún torneo con el Necaxa, volvió al ‘Nido’ para volverse la referencia del equipo. Llegó a la selección en 1995 con el técnico Bora Milutinovic, sin embargo, su ‘boom’ no solo nacional sino internacional se alcanzó en la Copa del Mundo de Francia 98.

Aquél duo que armó junto a Luis Hernández emocionó a todo un país, primero al hacer mundial su ‘Cuauhtemiña’ contra Corea del Sur y después al marcar aquel inolvidable tanto ante Bélgica tras un servicio de Ramón Ramírez.

Si calidad lo llevó inevitablemente a Europa donde el Valladolid fue su destino en el año de 2000. Le costó trabajo en un inicio, pero al final terminó adueñándose de la titularidad. Uno de sus mejores goles en su carrera se lo marcó al Real Madrid en el Estadio Santiago Bernabéu con una de sus especialidades, el tiro libre.

Pero al final, toda historia tiene sus pesadillas y tropiezos. El 2001 fue el año en que llegó su primer gran lesión, la que le provocó el trinitaria Ancil Elcock en un juego eliminatorio del Tri rumbo a Corea-Japón. Ahí, se derrumbó su sueño de trascender en Europa.

Su vuelta a las canchas no pudo ser mejor. Tras algunos partidos, Blanco regresó a salvar el camino de México rumbo a la justa asiática. Javier Aguirre lo convocó para ser el líder del equipo, primero al dar la victoria en el trascendental juego ante Jamaica en Kingston, y después al liderar la victoria en el Estadio Azteca contra Honduras.

Nuevamente en la justa asiática, convertiría gol, el inaugural y de la victoria ante la selección de Croacia.

Llegó el tiempo de volver a América, partir a Veracruz y regresar a las Águilas donde en 2005 levantó el título que más deseaba, el de campeón con América.

Tras estar en plenitud de forma y viviendo uno de sus mejores momentos como jugador, fue descartado por Ricardo Lavolpe para disputar la Copa del Mundo de Alemania en 2006.

Jugó en la MLS con el Chicago Fire y comenzó su historia en la Liga de Ascenso con Irapuato. Fue convocado por Sven Göran Eriksson, se retiró del Tri con el sueco, y al final, regresaría con la selección mexicana para disputar su tercera Copa del Mundo, la de Sudáfrica, donde volvería a anotar en el choque ante Francia.

Cuauhtémoc ha jugado Copa Libertadores y Copa Sudamericana. Campeón con el Tri en la Copa Confederaciones de 1999 y tercer lugar en diversas ocasiones en Copa América.

Con el Tricolor ha marcado 39 goles, siendo el segundo mejor anotador en la historia de la selección mexicana, solo debajo de Jared Borgetti.

Hoy el ídolo de masas sigue en activo. Marcando goles y enamorando corazones. Esperando el momento ideal para decir adiós a las canchas. El América y el Tri deberían darle esa oportunidad final, y así, irse definitivamente con el aliento de la afición que lo amó y lo odió, pero que siempre se uníó para aplaudir sus goles con la selección mexicana.