Y la Selección Mexicana fue una “novia” condescendiente.

Le llevaron serenata y los jugadores bajaron al balcón más cercano a la calle para emocionarse y provocar el éxtasis de los aproximadamente mil aficionados que les cantaron afuera de su hotel de concentración.

Como si festejaran un golazo, con gestos de euforia, los seleccionados agitaron camisetas y reflejaron en sonrisas inmensas la gran inyección anímica que significó la fiesta.

Ya poblada por muchos mexicanos, la ciudad de Fortaleza se pintó particularmente de verde desde la tarde en la Avenida Beira Mar, donde se hospeda el equipo azteca y en la cual poco a poco se reunieron aficionados.

Fanáticos y jugadores se ambientaron desde el arribo del equipo a las 21:00 horas, cuando el Tri llegó de su hotel y lo recibieron con mariachi: cinco músicos procedentes de San Luis Potosí que han acompañado a los verdes en Beijing 2008 y Londres 2012, vestidos con el pantalón vernáculo pero playeras divididas de México y Brasil.

Una hora después, los cánticos fueron variados y más fuertes.

“¡Brasileño, brasileño… Que agobiado se te ve. Como en las Olimpiadas, nos los vamos a cog…”, cantó el público.

Ante ello, los jugadores salieron a los balcones de sus habitaciones en los últimos pisos del alto edificio del Hotel Luzeiros agitando camisetas.

Extasiada, la afición cantó el “Cielito Lindo”, se emocionó más cuando volvió el mariachi, cantó el Himno Nacional, por momentos bloqueó la avenida e incluso le gritaba “¡Puuut…! a los asombrados automovilistas locales que intentaban pasar por ahí.

“In crescendo”, la celebración tuvo un primer clímax cuando el entrenador Miguel Herrera bajó a un balcón del primer piso para saludar a no más de tres metros a los fanáticos, a quienes respondía con el pulgar en la mano y con una señal de abrazo para toda la gente.

Con el público eufórico, la emoción llegó a su tope cuando de repente fueron los jugadores quienes aparecieron en ese cercano balcón.

“¡Chicharito, Chicharito!”, exclamaba el propio Javier Hernández para acompañar los gritos de los mexicanos, sin desentonar cuando también corearon “¡el que no brinque es pu…!”;

Javier Aquino se puso máscara de luchador, Diego Reyes agitaba los brazos como pidiendo más decibeles, al tiempo de que otros elementos del Tri se tomaban fotografías con el tumulto de fondo.

Después de aproximadamente diez minutos de verdadera comunión con los fanáticos, y pasadas las 23:00 horas, los jugadores volvieron a sus habitaciones desbordados de cariño y emocionados, igual o más que sus fanáticos.