La derrota del Real Madrid por 2-3 ante el Barcelona en el Clásico ha sido más de lo que la frágil y cambiante fe del madridista promedio puede soportar. No hubo “reproches” ni rechiflas a los de casa – que tenían a Piqué para ensañarse de lo lindo.

Ni siquiera a Keylor Navas, el último blanco de todas las críticas merengues al sumar 16 partidos consecutivos encajando gol, o a Sergio Ramos, quien con una entrada a destiempo a Messi se ganó una expulsión que fue determinante en el desenlace del encuentro.

Al madridismo le entró el pánico de ver media Liga salir volando del Bernabéu en forma de gol en tiempo de compensación, esta vez en su portería.

Y tenía que ser el más significativo en la temporada culé: el número 500 de Lionel Messi con la camiseta azulgrana. Tanto que festejó quitándose la camiseta para exhibirla al público enemigo. Una pieza de museo en el futuro, y una bomba para los más de 80 mil testigos merengues de su hazaña en el presente.

Real Madrid llegó al partido con tres sanos puntos de ventaja manteniéndose como líder durante seis jornadas. 90 minutos después se encontró de golpe en la segunda posición; igualado con el Barça con 75 puntos, pero en desventaja debido a la diferencia de goles que favorece al acérrimo rival.

Bien es cierto que el Madrid tiene un partido menos, aquel encuentro aplazado ante el Celta que probablemente se jugará el 17 de mayo, pocos días antes de que se dispute la última jornada, y que esos tres puntos de colchón virtual le permiten, de momento, depender de sí mismo para ser campeón.

Pero Real Madrid deberá mantener un paso casi perfecto para lograrlo en los seis partidos que le quedan por delante.

Suponiendo que Barcelona gane los cinco compromisos que le quedan, Madrid no puede permitirse más allá de un empate para coronarse. Y el calendario no le ayuda en nada.

Tras la visita al Deportivo la Coruña a media semana, Real Madrid se deberá medir a Valencia, Granda y, para la penúltima jornada, recibir al Sevilla que aún opta a la tercera plaza. Posteriormente visitará Vigo y cerrará el torneo en Málaga.

De los seis rivales restantes, dos pertenecen al selecto grupo de tres solo tres equipos que han logrado doblegar a los de Zidane esta campaña, Celta y Sevilla. Solo disputará dos partidos en casa y, además, el técnico tendrá que volver a ‘gestionar’ los minutos de sus jugadores de elite que entre medias estarán jugándose el pase a la final de la Champions League, nada menos, que ante el Atlético de Madrid.

Por eso la incredulidad de los aficionados, que empiezan a temer que la sequía de títulos de Liga del Real Madrid se extienda a los seis años.

Zidane intentó poner calma recordando que, para él, la Liga de todos modos no iba a quedar “sentenciada” en el clásico. Pero sus hombres saben que es mera indulgencia.
Marcelo se arrepintió de no cometer una falta que habría – o no – impedido que Barcelona se llevara el partido, mientras Sergio Ramos estaba, más que frustrado, enojado.

Sin embargo, ambos capitanes recordaron tras el encuentro que, pese a la óptica, lo único tangible que han perdido esta noche ha sido una ventaja y que no “afectará” psicológicamente al grupo para seguir buscando el título.

“Cuanto menos creen en nosotros, mejor lo hacemos”, recordó Marcelo, quien agregó que Ramos “Estaba cabreadísimo (por su expulsión). Quería ayudar y al final se fue expulsado. Es jodido estar con uno menos”, dijo.

Lo primero será, no obstante, sobrevivir a Riazor con Casemiro de central de emergencia en caso de que Raphael Varane no reciba el alta deportiva a tiempo pese a que lleva varios días con el grupo tras sufrir una lesión muscular.