La pesadilla llamada “Maracanazo” que durante 64 años se convirtió en el relato de una de las tragedias más grandes que ha provocado el futbol parecía no tener forma de repetirse. Alemania se encargó de destruir a un Brasil que nunca terminó por creer en sí mismo, que desdeñó su historia y terminó por irse humillado, arrastrando su prestigio y con un 1-7 que reflejó el trámite de 90 minutos. Uno de los paseos más memorables del futbol.

El Mundial que debía ser la cura para aquella dolorosa herida donde Brasil perdió la final del Mundial de 1950 ante Uruguay, sólo se convirtió en una tragedia aún más grande. Los cinco títulos del mundo conseguidos no borraron el dolor del “Maracanazo” y no lo borrarán ahora.

Cuentan los libros, videos y quienes vivieron de lejos y en vivo el Maracanazo que 200 mil personas lloraron la derrota ante Uruguay en 1950. Hoy la asistencia era menor, pero la expectativa y la crueldad más grande. Fueron siete goles para no dejar duda, para dejar un dolor que jamás se olvidará y que dejará a Maracaná y al Mundial del 50 en paz.

Bastaron 11 minutos para comenzar el desastre. La pelota parada que tanto le había favorecido a Brasil, hoy también le dio la espalda. Tras una pésima marca de la zaga verdeamarela, apareció Thomas Müller para abrir el marcador.

Después vinieron 7 minutos de auténtico terror, de esos que repercutirán más allá del terreno futbolístico y que ponen en duda el futuro de un país entero.

Klose empujó el segundo tras un baile a la zaga brasileña y para hacer aún más grande el dolor, dejó atrás a Ronaldo en la cuota de goles marcados en Copas del Mundo.

Dos minutos más tarde apareció Toni Kroos con un bombazo que rompió el área local y el corazón de miles de brasileños que rompieron en llanto. Nadie se recuperaba y venía el cuarto tanto del propio Kroos. Eran cuatro goles, una loza más pesada que la trágica historia y aún faltaba más.

Mientras algunos abandonaban el estadio y otros lloraban en la tribuna, el silencio se hizo más grande con el quinto gol de Khedira al 29′. Increíble, trágico e histórico.

El vendaval alemán se detuvo como teniendo compasión, pero sólo recargó fuerzas para el segundo tiempo y aunque Löw se dedicó a cuidar a hombres como Hummels, Klose y Khedira, llegaron el sexto y séptimo gol del ingresado Schürrle y algo aún más increíble.

El estadio que era en un 90 por ciento brasileño rompió el tedioso silencio y lo convirtió en aplausos para los alemanes. No todo paró ahí, los “oles” aparecieron en contra del equipo brasileño que llegó a ser abucheado por su “torcida”.

Oscar hizo el único tanto, aquel que bajo dichas circunstancias no podrá ser valorado como el de la honra, pero no había más que agregar. El árbitro mexicano Marco Rodríguez no vio necesidad de prolongar la agonía brasileña. La tragedia estaba consolidada. El Mundial que Brasil construyó en años se derrumbó en 30 minutos.