El Bayern Munich y el Chelsea se disputan hoy la Supercopa europea en un duelo no exento de morbo, debido a la larga rivalidad entre los dos entrenadores, Josep Guardiola y José Mourinho, además de la espina que tiene clavada el Bayern desde la final de la Liga de Campeones de 2012, que perdió con el equipo londinense en su propio campo.

¿Un trofeo más para uno de los dos? No sólo se trata de eso. En los enfrentamientos entre Guardiola y Mourinho no hay nada de rutinario, más allá de la costumbre que ambos tienen por levantar Copas: 14 en cuatro años alzó el hoy entrenador español del Bayern Munich y 20 en 13 años el técnico portugués que inicia una segunda etapa en el Chelsea.

Como entrenador del Barcelona, Guardiola le ganó siete partidos en 15 encuentros a Mourinho, comenzando por el 5-0 del primer clásico que el portugués vivió como técnico del Real Madrid.

Mourinho venció a su joven colega en tres ocasiones, dos con el club blanco y una con el Inter. Cinco partidos acabaron en tablas.

Si bien Guardiola encarna en el imaginario colectivo del hincha al tipo bueno y Mourinho al malo, el portugués fue el primero en apostar por un rol de antihéroe. De la misma manera en que no hay país que haya pisado en el que no haya ganado como mínimo una Liga, tampoco hay campeonato donde no se haya labrado fama de provocador.

Pronunciar “Guardiola” y “Mourinho” en una misma frase puede producir cosquillas y escalofríos a cualquier hincha del futbol, pero el reencuentro de los dos técnicos más afamados del mundo es sólo un aliciente más de la final de la Supercopa de Europa, que enfrenta al Bayern Munich y al Chelsea en el estadio Eden de Praga.

“Tenemos una gran cuenta todavía pendiente con el Chelsea”, aseguró sin tapujos a la televisión germana el alemán Hermann Gerland, ayudante técnico del español Josep Guardiola en la banca del Bayern.

Gerland es un veterano hombre del club que pasó por todas las experiencias posibles en el actual campeón alemán y europeo. Pero en las 13 temporadas que lleva en Munich nunca vivió nada peor que la derrota del Bayern en la final de la Liga de Campeones de 2012, en su propio estadio, ante el Chelsea.

El conjunto londinense logró empatar (1-1) con el que fue prácticamente su único remate a puerta y en el minuto 88 gracias al marfileño Didier Drogba. Para cúmulo de crueldades, en la prórroga el holandés Arjen Robben erró un penalti para los locales y en la serie desde los once pasos los Blues se impusieron.