Enfrente de una enorme ceiba está el campo de futbol de la remota aldea de Xejuyup. Es domingo por la tarde y llueve. Aún así, decenas de aficionados se acercan a ver al equipo local. Solo es un entrenamiento, pero no desperdician la oportunidad de ver jugar a los futbolistas en falda.

El equipo de este poblado de Nahualá, ubicado en el departamento guatemalteco de Sololá, juega al fútbol con la vestimenta ancestral de su comunidad. Tiene más de 34 años de historia y es único en la región: la equipación incluye una especie de falda para los hombres llamada “coxtar” o rodillera.

Miguel Perechu Xum es el capitán y entrenador de este peculiar conjunto, integrado exclusivamente por miembros de la comunidad. La mayoría habla el idioma Quiché, pero unos pocos también se desenvuelven en español.

“No somos el Real Madrid o el Barcelona, pero en cada partido jugamos con coraje y humildad”, cuenta Miguel a la agencia EFE. Aunque el equipo es de aficionados y no integra ninguna división de la federación guatemalteca, las comunidades cercanas los invitan con frecuencia a torneos, partidos amistosos y ferias.

Con una gran sonrisa, el técnico recuerda cómo los aficionados, solo con verlos entrar al campo de juego con el traje típico de su comunidad, terminan apoyándolos por encima del rival: “La gente siempre está contenta de vernos. Ya sea que ganemos o perdamos, se acercan a felicitarnos”.

La indumentaria del Club Social Deportivo Xejuyup se compone del “coxtar”, una especie de falda para hombres con cuadros blancos y negros que representan el “ajaw aq’ab’al”, es decir, la polaridad entre el amanecer y el atardecer, la luz y la oscuridad.

El “kutin” -la camisa-, con colores bordados en el cuello y en las mangas, representa la naturaleza que rodea a la región. Los cuatro colores principales representan el fuego, la tierra, el aire y el agua, los elementos vitales de la cosmovisión maya.

Como último accesorio está el “pas” o faja, que utilizan para sostener el “coxtar” y que representa el “Nawal Kan”, que es la energía de la Madre Tierra y la espiral que guarda el código genético: la memoria colectiva de la humanidad.

Miguel, que también es profesor de educación física en una pequeña escuela, dice que su equipo quiere transmitir un mensaje de identidad y respeto a través de su traje típico, acompañado de los valores deportivos tradicionales.

El padre de Miguel, Antonio Perechu, de 55 años, inició el equipo en 1982. Su primer partido fue contra un combinado sub 20 de un equipo de Austria, del cual no recuerda el nombre.

“Un equipo austríaco iba a jugar contra el Deportivo Suchitepéquez (actual campeón de Guatemala) y me pidieron que conformara un equipo para jugar la preliminar con el equipo juvenil de Austria. Reuní a los mejores jugadores de Xejuyup y ganamos 4 a 2”, recuerda con cierta alegría y orgullo Antonio, que en ese entonces jugaba como portero y ejercía de capitán.

Los entrenamientos se dirigen en su totalidad en idioma Quiché. Miguel divide en dos al grupo, los veteranos y los jóvenes. Después del trabajo físico, se concentran en el dominio del balón, el enfrentamiento uno a uno con la defensa y terminan la sesión con lanzamientos desde el punto de penal.

“Trabajamos seriamente en lo técnico y táctico”, menciona Miguel durante una pausa mientras los jugadores se hidratan.

Aunque el uniforme no tiene la comodidad de las vestimentas modernas, los jugadores no piensan en cambiar la tradición. Prefieren su “kutin” antes que una camiseta de marcas como Adidas o Nike. Preservar su historia es, para ellos, lo más importante.