Sandra Shullman, presidenta de la Asociación de Psicología Americana (APA), ha realizado unas declaraciones en las que reafirma la postura de su asociación hacia la clásica relación entre conductas violentas y uso de videojuegos: para Shullman no hay ningún tipo de evidencia científica que permita establecer una causalidad entre ese tipo de comportamientos y el uso -o no- de videojuegos. Piensa, además, que conectar ambos hechos desvía la atención de otros factores que son realmente importante.

Ya en agosto de 2015 la APA emitió una resolución en la que dejaba latente la debilidad de los argumentos que trataban de relacionar comportamientos de extrema violencia -incluyendo tiroteos masivos- con jugar a videojuegos, apuntando directamente en contra de aquellos comunicadores, periodistas y políticos que trataban de construir un discurso alrededor de esta falacia.

Ahora, Shullman ha vuelto a confirmar que no se puede realizar una relación causal directa o, dicho de otro modo, que “atribuir la violencia al uso del videojuego no es un argumento sólido científicamente hablando”. Estas palabras se extraen como conclusiones de una nueva investigación que también aboga por seguir evitando hablar de la afición a videojuegos como un factor a tener en cuenta en personas que cometen actos violentos masivos, como por ejemplo tiroteos.

Culpar a los videojuegos distrae de los verdaderos factores
Desde la APA han querido incidir en que la violencia es “un problema social complejo” y que culpar exclusivamente a los videojuegos de ella reduce la problemática a un sólo factor que ni siquiera se sostiene científicamente. Para Sandra Shullman existen otro tipo de claves que “merecen la atención de investigadores, políticos y público general” y que van más allá del hecho de ser aficionado a los videojuegos.

De hecho, Shullman indica que el factor que más condiciona un futuro uso de la violencia extrema es el “historial de violencia” de la persona en cuestión, dado que según investigaciones que cita la presidenta de la APA es una forma más fidedigna de predecir si una persona puede llegar a tener tendencias relacionadas con los comportamientos violentos.