Cd. Victoria, Tamaulipas.- La expectativa que rodeaba el clásico tamaulipeco era grande, pues mientras el equipo de Victoria tenía tres derrotas consecutivas, La Jaiba Brava apenas había logrado la primera del Torneo.

Los ánimos previó al encuentro eran intensos, conato de bronca entre el técnico José Treviño y afición, reclamos, exigencias y hasta condicionar su continuidad por el resultado que se obtuviera.

Hacía ya ocho años sin vivirse un clásico tamaulipeco y este era anhelado por los seguidores de ambos equipos.

La afición lo entendió, había que estar presente para cualquier resultado que se diera.

Desde una hora antes de que iniciara el partido las taquillas del Estadio Marte R. Gómez tenían actividad. Familias completas, jóvenes, niños, abuelitos, los amigos, los novios, los esposos, una gama totalmente variada de afición estaba presente.

Algunos aficionados del Tampico Madero movidos por su fidelidad al equipo realizaron el viaje individual, unos con su familia mientras que otros se esparcieron para poder ingresar. También hubo quien se quedó fuera con boleto en mano, pues se había acordado no permitir la entrada a grupos de animación visitante.

Dentro del MRG el ambiente se respiraba diferente, la afición estaba activa, había bullicio, inquietud, expectativa. Había clásico y eso se percibía con solo estar ahí.

Poco a poco las gradas se fueron pintando de naranja, y el inmueble registró su mejor entrada en mucho tiempo atrás, 6 mil 131 aficionados estaban reunidos por un amor y una rivalidad en común. Correcaminos y el clásico tamaulipeco.

Como de costumbre inició la ceremonia oficial, el desfile por el pasillo central, hombro a hombro con quién sería tu contrario en el campo, vino la clásica fotografía, la salida de las bancas y el acomodo de ambos equipos listos para iniciar la batalla, en guardia.

Sonó el silbato, arrancó el duelo, al principio los once peleadores trataron de medir sus fuerzas, Correcaminos era el más arriesgado pero sin aportar demasiado, Tampico media su ataque y no se creaba un espectáculo real de clásico.

Gael Acosta fue quien se animó por la banda izquierda adelantándose a la marca pero fue frenado por el defensa jaibo que no permitió se concretara el peligro.

La grada estaba pendiente, ansiosa de alguna jugada especial en la que se pudiera ver el peligro del equipo, sin embargo en los primeros 45 minutos del episodio XXVIII del Clásico, el título le quedaba grande, pues ni la intensidad ni la garra aparecían.

No se veía en el campo de batalla el coraje de tener la pelota para ganar.

Vino el minuto 42 y Nicolás Saucedo hacia el gol, producto de un trabajo de Néstor Olguin quien le dio el balón para que Saucedo lo metiera a la red, pero el silbante marco fuera de lugar y silenció el gol.

En la grada se cantó y se vivió, pero la afición tuvo que esperar más para gozar un gol.

Al medio tiempo la afición esperaba al son de Juan Gabriel y sus popurrís, que inevitablemente coreaban los asistentes y algunos otros hasta seguían el ritmo con los pies.

Llegó el momento de volver al rectángulo verde y aquí todo cambió. Inició la segunda parte de la pelea y los rivales fueron otros.

La tonalidad fue totalmente diferente, el chip del inicio del juego se había quedado en el vestidor y ahora sí salían con la espada desenvainada para atacar.

La afición lo sintió también y en sombra apoyaban con un “México, México” en burla para tratar de opacar el canto de los pocos pero significativos aficionados de la Jaiba que coreaban “Tam pi co, Tam pi co”.

La idea de los jugadores ya estaba completamente acorde al clásico, el arbitraje le ponía un “saborsito” especial, de esos que hacen que la tribuna grite toda clase de ofensas a los silbantes.

Al minuto 57, Gael Acosta protagonizó de nueva cuenta una jugada clave, con velocidad avanzó hasta el área prometida y ahí recibió una falta que fue sancionada con la máxima pena, donde Jonhy Leverón sería el encargado de cobrar el castigo desde los once pasos.

La grada apoyó con aplausos al hondureño y llego el momento de cantar el gol.

Después del gol, la Jaiba Brava despertó y trató de sobreponerse al marcador con su mejor atacante, fue Víctor Lojero quien tuvo la oportunidad en un tiro libre, pero el balón no cedió y se escapó su oportunidad.

La tribuna ya tenía el sabor inigualable del triunfo, aunque Tampico daba sustos a la portería de Alejandro Gallardo, ninguno resultó.

Aquí llego el error de la defensa celeste y el experimentado Nicolás Saucedo la hizo suya.

Encaró al portero y lo superó para lograr la emoción en la grada, en la baca y en la plantilla titular.

El ídolo de Victoria corrió por la zona frente a norte con los brazos abiertos para impregnarse de los gritos y emoción de la afición.

En los últimos minutos la grada ya festejaba, hasta que el silbante finalizó en encuentro.

El clásico fue para Correcaminos y su gente.

El MRG se envolvió en un mágico momento que hace mucho tiempo no hacía vibrar el recinto y esta noche volvía a latir con corazón naranja.

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Semana para el olvido

Correcaminos, su cuerpo técnico y la afición de los universitarios vivieron una semana intensa, y es que el roce entre estos tres protagonistas estuvieron color de hormiga, ya que no solo se jugaban tres puntos, sino el orgullo, la honra, el poder y uno que otro la “chamba”.

Desde el conflicto entre aficionados y cuerpo Técnico, donde nos mostró el poco tacto con el que cuenta el estratega naranja, al tratar de agarrarse a golpes con la afición universitaria y la presión que se vivía, luego de tres derrotas consecutivas. Y es que un Clásico siempre te genera esto.

“Con esta victoria, conseguimos quitarnos de presiones, sabemos que está clase de partidos (Clásico), así se viven y es por ello que tenemos que salir a jugar así con todo”, expresaba Nicolás Saucedo.