Clásico Tamaulipeco número treinta, duelo de regiones, lucha de territorio, pelea por demostrar si los del centro o sur son los mejores.

 

Una mañana húmeda y lluviosa había enmarcado el día especial para la afición de Correcaminos y para los celestes de la Jaiba que visitaban tierra ajena.

 

A través de los años los enemigos forjaron su rivalidad en cada duelo vivido al máximo y esta noche el clásico tenía ingredientes peculiares.

 

Los rivales llegaban con la misma suma de puntos, clavados en la zona del descenso y con la necesidad urgente del triunfo.

 

Largas filas se instalaron en la taquilla del coloso de Carrera Torres, mientras los aficionados celestes se preparaban para ingresar a la zona designada para ellos, después de haber llegado a un acuerdo con las autoridades de seguridad.

 

Poco a poco el “Marte” lució como tiempo atrás no lo hacía, el silbatazo inicial marcó el arranque de la batalla en la que se decidiría todo.

 

Apenas los primeros segundos del encuentro se suscitaba un conato de bronca entre La Plebe y los agentes de seguridad; pronto los ánimos se calmaron y el partido tomó su rumbo.

 

Carlos Velázquez, Luis Delgado, Lucas Meza, Carlos Cuevas, Ivan Pineda, Daniel Cisneros, David Sanchez, Sergio Rosas, David Ramirez, Walter Chalá y Luis Loroña, los once guerreros que pelearían por Correcaminos.

 

Tampico envío a Humberto Hernández, Jesus Moreno, Oscar Bernal, Diego Menghi, Omar Esparza, Diego Esqueda, Michael García, Daniel Ludueña, Christian Tovar, Herber Robinson y Javier Orozco a luchar por llevarse los tres puntos.

 

La pelea por demostrar la supremacía se generó en el rectángulo verde, un Tampico medido, lento a la vista y con pocos desenlaces de peligro; en contraparte un Correcaminos que se atrevía sin lograr la efectividad.

 

La fórmula pronto fue descubierta por el equipo azul naranja, la banda izquierda de la cancha era la debilidad de La Jaiba.

 

Constantes pelotas llegaban a los pies de Walter Chalá quien no encontraba la finura en sus botines.

 

En la grada la afición lo sentía, la pasión hacía sudar las manos, el nerviosismo se apoderaba de las piernas que temblaban al mismo tiempo que el grito de aliento apoyaba “!Correcaminos!, “!Correcaminos!”.

 

La barra celeste daba muestra de su fidelidad al equipo al son de sus cánticos y característicos aplausos que eran contrarrestados por el abucheo de los locales.

 

Chalá hizo levantarse de sus asientos en más de una ocasión a los fieles naranjas quienes en cada aproximación del ecuatoriano detenían el grito de gol por la buena reacción del arquero del sur.

 

Cuando parecía dibujarse la oportunidad más clara de gol, la fortaleza de la mano de Humberto Hernández detenía el festejo de la tribuna.

 

Vino la mitad del encuentro y el ambiente en la grada era optimista, Correcaminos había gustado y la tribuna se mantenía con la actitud intacta.

 

Bailes al medio tiempo, la belleza tamaulipeca de Citlali Higuera engalanó el centro de la pista de tartán y los comentarios en la grada eran alentadores.

 

No faltó el “chechereche”, la venta de banderas azules ya con el nuevo logo y el desfile de aficionados por los pasillos del “Marte”.

 

Se reanudaron las acciones en la cancha, un Correcaminos más atrevido, conocían ya el movimiento de sus rivales y minuto a minuto el juego subió las emociones.

 

Todos de pie observaron cómo se escapó la más clara quizá del encuentro, Loroña cara a cara con el arquero jaibo y la pelota se perdió, el lamento en los nueve mil asistentes detonó y la manos a la cabeza señalaron el desafortunado evento.

 

Minuto 64 de tiempo corrido y por fin la tribuna desahogó el grito de gol, Oscar Sánchez había sepultado en la red el esférico… aplausos, gritos y el apoyo explotó luego de su certero cabezazo.

 

En la cancha los autores festejaron con un peculiar baile, en honor al autor, los caballeros azules levantaron las manos hacia sus fieles y el abrazo efusivo se generó entre el estratega y el responsable de poner arriba el marcador.

 

Tampico no pudo descifrar al conjunto de Rayas que mantenía en su total control el ritmo de juego.

 

“Quieren llorar”, “Quieren llorar” gritaron los locales a los jaibos que ya solo observaban con angustia.

 

Como se había prometido, los seguidores de La Jaiba salían del recinto y poco a poco se encaminaban hacia su transporte.

 

82 minutos de futbol y de nueva cuenta aparecía el gol, por fin Walter Chalá era efectivo, encaró por la banda izquierda, se quitó a dos y disparó directo a la red, era el segundo de la noche, el gol de la victoria.

 

El graderío se tornó en ovación, dos cero el marcador, dos cero a favor.

 

Correcaminos estaba a tope, su gente festejaba, disfrutaba, saboreaba lo que tanto anhelaba y el clásico tamaulipeco ganaba.

 

La alegría generalizada se mantuvo hasta el término de las acciones y entre aplausos los once guerreros fueron acompañados hacia el túnel.

 

Sabor dulce, emoción inigualable, sentimiento único del triunfo, pasión incontenible, satisfacción única que solamente da la victoria, la victoria de un clásico tamaulipeco.