La triste realidad en la que se encuentra Correcaminos no es un problema de ahorita, no es algo que se pueda decidir de la noche a la mañana, es algo que va más allá de decisiones de quien va alinear el fin de semana, la verdad es un problema que empieza con una identidad.

Un equipo puede ganar, empatar o perder, pero no deja de ser tu equipo, ese por el que sientes los colores, por el que te desvives para defender, lo que en la cancha jugadores demuestran. Ese coraje que se convierte en días con alegrías y con tormentos, noches felices y algunas tristes, el resultado sería lo de menos.

Nunca he visto que un aficionado reclame eso, como poco a poco se acaban a su equipo, no los resultados, por eso cualquiera puede llegar y vender un producto que simplemente no tiene rumbos propios.

Hace algunos días en la celebración de los 35 años de Correcaminos como equipo de futbol profesional, me informé de cuál fue la idea de que existiera, que con sus colores azul-naranja y blanco, además de sus hazañas hicieron vibrar a una ciudad y a un Estado.

Don José Mansur Guevara me relató que simplemente fue hecho para que los universitarios tuvieran una oportunidad de jugar profesional, ese fue su fin, con los años poco a poco se ha ido distorsionando y también muriendo la esencia que dejaron aquellos Correcaminos.

En aquellos días las victorias se contaban con grandes hazañas, mencionaban estadios llenos y un fervor por los colores, hoy en día los colores originales no existen por tintes políticos, al menos el azul, y las hazañas son mínimas de contar.

Me pregunté si la afición perdió ese amor por Correcaminos, descubriendo que existe, sin embargo sus corazones no aguantan la tortura de cada temporada, pareciera una terapia de shock ir al “Marte R. Gómez” cada 15 días.

No es posible que un partido ante el poderoso Necaxa tenga un mil 969 aficionados en la grada y que cuando termina el partido esperan el momento perfecto para recriminar su actuación, el momento para gritar lo inconformes que están, ese grito que es apagado por el sonido del anunciante de limpieza.

No recuerdo un partido reciente que haya finalizado en aplausos, en agradecimiento, y no solo por una victoria, si no por un desgaste físico importante, por saber que dejaron todo en la cancha. ¿Qué le pasó a ese Correcaminos? O ¿Qué le pasó a esa afición?

El problema es que nadie es tonto, se sabe lo que se tiene y hasta donde se puede llegar, un equipo que actualmente depende de dos refuerzos hondureños que si no funcionan van a terminar por acabar con el paso de “Pepe” Treviño en Correcaminos.

Esa temporada feliz, con equipo feliz y que todo iba a ser felicidad que se prometió parece que no se va a poder cumplir, ojalá me equivoque, si no tal vez hay que ir planeando mejor la siguiente.

Que tenga un excelente inicio de semana.