Dicen que la confianza es lo más preciado que una persona puede obsequiarle a otra, lo más complicado de recuperar cuando se pierde, pero lo más valioso que poseemos.

Permítame contarle una historia. Hoy le platico de algo diferente, una historia del amor entre un aficionado y su equipo. Una relación de apoyo incondicional a los colores; un cuento en donde el aficionado se enamoró de la camiseta poco a poco hasta el grado de no fallarle ni un sólo partido. Le dio su confianza total y su fe en que el equipo lograría grandes cosas:

Resulta que el equipo Sporting inició una campaña de identificación con la afición, una verdadera labor para conquistarlos.

Promociones, cercanía, interés en su gente, pero lo más importante: buen futbol, buen juego y espectáculo. Jugadas espectaculares, goles dedicados a la tribuna y fue ahí en donde se encontraba Fernando, un joven que sin pensarlo se convirtió en el mayor creyente del Sporting.

Fer fue por invitación de un amigo a su primer partido de futbol. Una noche más en la que sólo iba de acompañante;  gritó los goles pero por el hecho de serlo, no por su afición, pues conocía poco de ese Club. Disfrutó el rato, el partido, las jugadas y hasta ahí.

Pasó media temporada y él siguió siendo el acompañante de sus amigos a los partidos, aunque  poco a poco y, sin notarlo, ya tenía interés en esa escuadra. Ya vivía las jugadas, ya se emocionaba.

De pronto un día de partido, ya tenía ganas de ir de nuevo a aquél ambiente de emoción; para entonces, ya había conocido más al equipo, los jugadores, el técnico, la historia, dónde nació, las anécdotas, los malos pasos, las malas rachas y las victorias. Conocía ya sus debilidades y fortalezas.

Poco a poco Fernando fue apropiándose de los colores, no fallaba, siempre estaba ahí, pasaron dos partidos más y compró su camiseta; cuatro más y le puso una calcomanía a su coche; pegó un poster en su cuarto, tenía presente el calendario de partidos de local y visitante, conocía la posición de su equipo en la tabla.

Analizaba detenidamente su funcionamiento, grababa en su mente cada jugada que le impresionaba, quién y cómo la ejecutaban. Tenía  también en mente aquellos partidos malos, en los que no se lograba la victoria, en los que se había dado un pésimo partido,  pero era ya, un sevillano  de corazón, de esos aficionados fieles. Que en malos y buenos pasos siguen caminando junto a su equipo.

Para Fernando el amor se fue dando poco a poco, el motivo, la razón, las acciones de su cuadro. Él decidió darle su confianza y seguir la bandera con firmes pasos, se apropió de la identidad de aquel equipo. Estaba orgulloso de él, a pesar de todo.

Estuvo presente cuando el equipo logro el campeonato más importante al que aspiraba, vivió la emoción de los cuartos de final, y semifinales.

La final la vivió con una emoción inmensa, los nervios le recorrían el cuerpo mientras estaba formado fuera del estadio para poder entrar a la grada. No podía esperar más para ver futbol y gritar cuantas frases se le ocurrían de aliento. Llevaba su playera y una pequeña bandera del Sporting, había rezado antes  de salir de casa para pedir que su equipo lograra el campeonato.

Disfrutó cada minuto del partido, cada jugada, cada tiro de esquina. En las jugadas a balón parado apretaba los ojos con ganas de que entrara el balón en la red; casi quería correr con los medios para llevar el balón hacia adelante.

Gritaba con cada falta a su equipo, reclamaba las decisiones del árbitro, abucheaba al rival, aplaudía a sus jugadores, presionaba al portero rival, esa que todos conocemos, el chiflido no pudo faltar, en los goles se le acabó la voz de tanto gritar y rompió en llanto  cuando vio que su equipo era campeón.  Disfrutó el recorrido con el trofeo por el estadio sin parar de alentar.

Su equipo y él tenían un campeonato, conseguido con esfuerzo de los jugadores y un amor infalible desde la tribuna. Fernando nunca olvidaría esa fecha, mucho menos ese logro. Lo archivó bien en sus recuerdos. Era el trofeo de su equipo, de él.

Después de este “enamoramiento”, Fernando ya era un aficionado maduro, no era un villamelón, mucho menos un asistente de ocasión al estadio o acompañante de sus amigos, él y Sporting tenían ya una relación real de compromiso, de amor, de afinidad, de equipo afición, de fidelidad.

Se llegó una temporada más, Fer ya tenía la nueva playera, ya conocía el calendario, ya había comprado el bono para asistir a todos los partidos. Todo marchaba viento en popa…

Y de pronto, su equipo emigró…

Sin aviso de prensa, sin explicación, sin decir adiós, simplemente se esfumó.

A Fernando se le acabó la magia, sin entender ¿Por qué?, ¿Cómo?, ¿Qué paso?

Se le fue su amor, se acabaron los partidos, las emociones.  Investigó los porqués y se dio cuenta que tal vez jamás lo entendería.

Intentaba dar hipótesis para responderse porque un equipo con tanto se había ido así nada más.

Por qué no le dijo nada a su afición si siempre estuvieron alentándolo partido a partido. Si habían vivido tanto, si tenían un campeonato juntos y uno por venir

Pasaron los días y él esperaba escuchar noticias del Sporting. Por un tiempo mantuvo la esperanza de que su equipo mandara un comunicado oficial, un mensaje. Pero nunca sucedió.

Y aunque Fernando tiene el corazón pintado de los colores del Sporting, y aún no se repone de la huida de su equipo, tendrá que retomar su vida, consciente de que no existe más futbol, no hay más partidos y su fe en el equipo tendrá que trasladarla a sí mismo, quizá. Ahora vendrá para Fer, un camino que recorrer sin el equipo de sus amores.

Esta bonita historia que le conté, tuvo un final, un final así; de repente, de la nada, sin porqués, sin razones, pero sí dejando mucha historia, vivencias y la confianza de Fernando, la fe y el amor.

¿Por qué le cuento esto? Porque usted ha sido participe y testigo de las vivencias que el futbol fuera de la cancha nos da.

¿Se imagina usted algo así? Dejo a consideración el título de este cuento.

La vida tiene capítulos tan duros que cuesta trabajo creer que son verdad.

Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Ya nada será igual.