Muchos creen que se exagera cuando se habla de futbol con sentimiento, como una obra de arte, no muchos entienden como un balón que no hace gol no hace sonrisa, como un marcador adverso llena de tristeza y como una victoria te hace sentir extraordinario.

Me ha tocado escribir sobre múltiples hazañas, contar a través de estas líneas victorias maravillosas, participar en días increíbles, sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, del día que voy hablar en esta columna fue uno de los días más tristes, uno que nunca se olvida y es el 12 de mayo del 2012.

Hoy se cumplen seis años de aquella noche trágica, una de las más recordadas en la historia del Club de Futbol Correcaminos, la Final de Ascenso perdida ante los panzas verdes de León.

La ida había sido en el Marte R. Gómez, un estadio que ocupó hasta el último lugar de sus gradas, de ese día solo diré que Melitón salvó la noche cuando hizo una gran atajada al cabezazo de Raymundo Torres, 2-1 fue el marcador y se sabía que tenían que ser implacables en la vuelta.

Un grupo de reporteros viajamos a cubrir el gran partido, había mucho nerviosismo entre los compañeros, no es lo mismo cubrir la Liga de Ascenso que la Primera División, todos estábamos emocionados por saber que pasaría.

Analizamos todo en el viaje, el parado, la posible alineación, platicamos de todas las posibilidades, como si nosotros estuviéramos en los zapatos de ‘Nacho’ Rodríguez el entonces técnico, simplemente había emoción.

Muchos compañeros son aficionados al Correcaminos, y como no, estar cubriendo al equipo de la ciudad y pasar prácticamente todos los días hablando de ellos, llegas a tomarle cariño al esfuerzo y te molesta cuando te das cuenta que solo están por ganar dinero.

El día tuvo una cobertura total, desde la mañana en redes se actualizaba la información que se tenía, paso a paso hasta llegar al estadio.

¡Dale León!, ¡Dale León!, ¡Dale Leoooón!, vibraba el estadio, empezaban los calentamientos y se sentía un ambiente de fiesta, jugadores mostraron su nerviosismo, vomitaron del nervio, otros traían caras apagadas y otros con temple de acero.

No se engañen, León era mejor equipo que Correcaminos, lo demostraron en la cancha con esos cinco goles, y lo siguieron demostrando en Primera División con el bicampeonato, la historia no ayuda a Correcaminos, siempre aparece el tema del amaño de partidos, no es la primera vez que pierde y a veces pienso que solo es el gran deseo del aficionado de ver a su equipo regresar al máximo circuito el decir “se vendieron”.

Toda la ilusión se acaba y los fracasos se marcan, desde el 2012 Correcaminos no regresa a una final de ascenso, desde la final con Tecos que se perdió en penales en 2014, los universitarios no han estado ni cerca de volver a ese camino.

Pero esa noche fue diferente, se habló mucho del técnico, que si se fue al autobús y preguntó por el partido del América, que si Diego Olsina ya estaba arreglado con Tijuana, que si ‘Parejita’ López había pedido más dinero para ganar ese partido, que si Juan Manuel Sara no fue el mismo, que si la directiva de León ofreció dinero a Correcaminos, todo al final son especulaciones.

Nosotros regresamos esa noche al hotel entre un mar de aficionados con playera verde, algunos lloraron, otros no dábamos cabida a lo sucedido, caminamos poco más de cuatro kilómetros entre aplausos, porras y risas de felicidad, parecía una burla, ni ganas de escribir daban, la historia era triste, amarga, quería tomar una bebida y olvidar que había pasado, aunque el deber llamara.

Ya son seis años, la cicatriz es un recuerdo de la batalla que Correcaminos no ha vuelto a pelear.